BSMBarcelona.05 mayo de 2021 05:25
Restaurantes, comercios y cines; un retrato de la supervivencia comercial en la capital catalana
El otro día, una zapatería reconocida de Barcelona se cerraba para convertir su espacio comercial en un gastro-bar. Cada día hay lista de comercios, anónimos o más reconocidos, que bajan la persiana diciendo adiós a su historia profesional, a las desazones personales y familiares en torno al negocio, y al servicio a una clientela y en el barrio, debido a la pandemia. Barcelona Abierta avanzó hace unos meses que una de cada tres tiendas del centro –entendido cómo la primera milla a la yema de la ciudad- cerrará definitivamente; esta semana ha mantenido el mismo porcentaje
La ciudad parece a los últimos años un gruyère, con más agujeros a medida que cierra un nuevo establecimiento. Cinemas, cómo lo Texas o el Méliès de Villarroel; restaurantes, cómo el Gran Café, el Set Portes, o el grup Elbarri; la camisería Xancó de La Rambla; la tienda Castañer de zapatos, de la calle Rosselló; los Pianos Puig o el Musical Emporium..., muestran la dimensión de la tragedia. La crisis no ha respetado a nadie. Grandes o pequeñas, el estrago se ha notado más en el centro, pero calles enteras de barrios periféricos se encuentran en la misma situación. habrá sin duda ahora durante unas semanas una explosión de consumo a bares, restaurantes, conciertos, clubes y servicios personales, y también en los cines, museos o salas de arte. Vendrán forzados delegados presenciales al MWC, al ISE, al ISF y a otros congresos menores, antes del verano, y parecerá que esto reaviva.
La película "Paisaje después de la batalla",
de Andrzej Wadja, ganadora del festival de Cannes a 1970, y la novela casi
homónima "Paisajes después de la batalla", de Juan Goytisolo,
publicada en 1982, aparte del título tienen una cosa en común: la sordidez y la
tristeza de las personas y de los entornos después de una devastación. Aunque
se producen en dos lugares distintos, lo Pariera de los 70 y la Polonia de
posguerra, se respira el mismo ambiente. La pandemia ha dejado marcada la
ciudad que se lanzó en brazos del turismo, creciendo y creciendo desbocadamente
en oferta presencial. Volverán los viajeros urbanos, cómo al pasado. Pero
podemos dudar seriamente que lleguen en la misma proporción cómo para mantener
abiertos tantas empresas y tantos puestos de trabajo dedicados a él, rellenando
palacios de congresos, monumentos, hoteles, oficinas, bares, restaurantes,
comercios, taxis, museos y salas de arte, servicios de ocio y profesionales,...
Hay datos fehacientes que afirman que con la pandemia desaparecerá entre el 20
y el 25 % de los viajes de trabajo al mundo (The Economist, 3/3/2021). Y más
todavía en las capitales más atractivas del mundo, cómo Barcelona.
La pandemia ha
dejado marcada la ciudad que se lanzó en brazos del turismo, creciendo
desbocadamente en oferta presencial
Durante estos trece meses, a escala empresarial,
muchos han escondido el cabo bajo el ala, esperando que la situación fuera
reversible y volviera a ser cómo antes, cómo si esperasen desvelarse de una
pesadilla; otros han decidido que esto era inaguantable y han plegado; y un
tercer grupo ha aprovechado la ocasión para idear qué podía ser la nueva
posición en este nuevo entorno, permanece abierto trampeando cómo puede y
se muestra ilusionados. Los dos primeros grupos, con ayudas –exiguas- o sin,
han perdido la batalla y difícilmente habrá paisaje por ellos.
¿Qué
hacemos sin turistas?
Sin turistas, no hay modelo turístico que valga.
Frente a los que siempre han querido crecer continuadamente a impulso de
la demanda –excitada-, hace años que nuestra opinión es que los 10 millones de
turistas es un techo más que suficiente para desarrollar un modelo sostenible a
Barcelona: "divisa" turística a cambio de planificación controlada.
La aspiración de TurismeBarcelona por este verano es conseguir la mitad de los
12 millones de 2019. De los 58.000 huéspedes diarios alojados en los hoteles de
Barcelona aquel año, a septiembre 2020 había 3.200 (Gremio de Hoteles,
septiembre 2020). A final del mes pasado, la misma fuente afirmaba que el 70 %
de los hoteles de la ciudad permanecen cerrados y el 131 abiertos lo hacen con
una ocupación diaria del 10 al 15 % a una media de la mitad del precio de
referencia. Conseguir el 30 % de ocupación durante 2021 –nuestra apuesta
sensata- será una odisea y llegar al 50 % al año que viene, otra.
En muchos años no volverán los casi 12 millones del
2019 ni a la Sagrada Familia entrarán un de cada dos visitantes de la ciudad;
pareciendo podemos decir de los restaurantes, bares, comercios y otros
establecimientos. Queda la clientela catalana, que a la Semana Santa
protagonizó una esperanzadora apuesta; y, a pesar del entorno político y social
en el Estado hacia Catalunya, los turistas españoles que venían, que
tienen vínculo familiares estrechos o han vivido en Catalunya tendrán que
fructiferar tarde o temprano. Son dos clientelas, la interior y la
española, que si se cultivan adecuadamente, pueden sustituir en los extranjeros
ausentes; poco valoradas, exigen más, pero están dispuestos a pagar servicios
de nivel superior y son los que nos abandonarán menos. Tanto mirar hacia fuera
y ve por dónde, este es el futuro turístico más esperanzador. Volverá el ciclo
presencial. Ahora bien, hace falta no olvidar que los visitantes están
cambiando rápidamente sus hábitos viajeros hacia formatos mucho más íntimos,
más desconcentrados, más dispersos, más rurales, y menos multitudinarios. El
turismo urbano, que arranca a la década de 1990 cuando los europeos descubren
sus capitales, como complemento de las vacanciones veraniegas a la
Mediterránea, llega al final de un ciclo.
Resistir o
transformar
La alcaldesa posa la émfasis en la "capacidad de
resistir y superar las adversidades". El primer teniente de alcalde
Collboni habla abiertamente de transformar la ciudad vinculándola con las
economías verde y azul, la eHealth, la alimentación inteligente, las industrias
creativas, la innovación y las nuevas tecnologías digitales. De entrada parece
un buen planteamiento, similar al que están desarrollando otras grandes
ciudades turísticas. Re-Act ha sido el instrumento de movilización de
esfuerzos, aunque muchos actores de la ciudad que han participado activamente a
todos los planes estratégicos desde 1984 no se han sentido gritados a
participar. En sí mismas estas líneas de actuación no garantizan la sustitución
de los recursos aportados por los turistas que se han perdido por el camino.
El éxito será movilizar todas las fuerzas de la ciudad
y aplicar con eficiencia los recursos del Next Generation o de un nuevo
endeudamiento cómo el histórico de los JJ.OO.. En este caso, Collboni tendrá
razón. El que no parece conveniente en estas circunstancias es titubear -o
experimentar, cómo pide Joan Subirats, sexto teniente de alcalde (La
Vanguardia, 30 abril 2021)-. Es mejor diseñar la hoja de ruta con calma e
invitar a participar a todos los actores y ciudadanos para consensuarlo,
que no empezar a pintar las calles de colores y tenerlos que despintar dentro
de unos meses.
Es mejor diseñar la
hoja de ruta con calma e invitar a participar a todos los actores y
ciudadanos para consensuarlo
Transformar significa cambiar el objetivo de la
ciudad. Comporta el redimensionamiento, que no quiere decir desmantelar a
golpes de hacha. Si se logra el consenso entre todos los actores urbanos, al
cual ciudad está acostumbrada desde hace más de treinta años, los pasos
son: primero, identificar e impulsar otras actividades adoptando los nuevos
modelo de negocio; después, reconducir muchas de las actuales; y finalmente, no
abandonar a su suerte a los que se han quedado por el camino.
En cuando al primero, las nuevas actividades por la
ciudad están estrechamente ligadas a la digitalización, lo cual exige un plan
masivo para afrontar el reto de las nuevas tecnologías entre las personas, las
empresas y las administraciones; y esto va demasiado lento. En cuanto al
segundo, la reducción de actividades empresariales menos útiles, pide medidas
de sustitución. Hay una urgencia, por ejemplo, que es encontrar salida en los
locales vacíos que están cambiando la fisionomía de la ciudad. El Ayuntamiento
ha preparado un plan para recuperar 5.300 espacios comerciales disponibles y
busca ideas para realizarlo. Se trata de un esfuerzo económico considerable,
aunque 17 millones dan por el que dan.
Todas las
crisis, inmediatamente después de la Fiebre de Oro, hasta la guerra civil,
o la más reciente del 2008 han dibujado paisajes de derrota
Todas las crisis, inmediatamente después de la Fiebre
de Oro, hasta la guerra civil, o la más reciente del 2008 han dibujado paisajes
de derrota. Esta dimensión inmobiliaria de la crisis no será fácil de resolver,
si no se plantea la habitabilidad a pie de calle, los cambios de usos, la
flexibilidad de los alquileres, la socialización del sol comercial y la
emergencia de una nueva cultura de relación ciudadana. Por qué la
digitalización no es solo vender por internet o abrir una pantalla virtual a
las ferias presenciales. Se trata de un cambio radical en las personas, las
empresas y las administraciones. Significa colocar a los consumidores y a los
ciudadanos en el centro de todo, a base de comunidades, principalmente virtuales.
Las ciudades mediterráneas mantendrán un plus presencial considerable respecto
a otros lugares, que se los dará una mayor vida en la calle. Y finalmente
cuando al tercero, transformar significa también tener en cuenta los que caen,
a los que tienen que salir. Cerrar un establecimiento, abandonar el taxi, baja
la persiana de un hotel..., representan un descalabro personal y familiar.
Estamos pensando en la mitad de los comercios, bares y
restaurantes barceloneses que facturan por debajo de los 70.000 euros brutos al
año, negocio que es la única fuente de ingresos de la familia; y en la
muchedumbre de pymes que aunque facturen más se encuentran en la misma
situación. Habrá que buscar un plan de salida digno, cómo se ha hecho en
cualquier reestructuración sectorial, la minera, la siderúrgica, la naval,… tan
justificadas como esta. Es verdad que muchos pequeños y medianos negocios no
tenían desde hace tiempos la eficiencia necesaria para competir, pero la
mayoría de las empresas grandes reestructuradas tampoco y por eso había que
reconvertirlas.
A esta transformación de la capital se está esperando
desde hace tiempo al Govern.
La presencialidad ha dejado de ser la principal
oportunidad de negocio y tenemos que buscar otros que nos permitan ensartar el
2030 con el mismo espíritu imaginativo y de innovación que ha demostrado la
ciudad en numerosos momentos de la historia. Hay que afrontar la realidad con
un espíritu público, privado y ciudadano diferente del que estamos
acostumbrados en los últimos años.
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